La civilización actual presenta una clara
división en dos mundos: el desarrollado y el subdesarrollado. La riqueza,
incluso el despilfarro, del primero, contrasta vivamente con la escasez general
que se sufre en el segundo. Esta situación es fruto de numerosos factores
sociales, políticos, económicos e históricos.
Características del desarrollo
Industrialización:
constituye el primer paso para el desarrollo.
Economía
saneada y diversificada: las naciones industriales ven mejorados todos los
aspectos de su economía, especialmente en sus ámbitos comerciales, financieros
y bancarios.
Producto
Interior Bruto elevado.
Gran
desarrollo de las infraestructuras (transportes, sanidad, etc.).
Democracia parlamentaria: aunque no
parece requisito indispensable (los antiguos países socialistas poseían, en
general, un alto grado de desarrollo dentro de regímenes autoritarios), las
naciones más ricas son, sin excepción, estados democráticos.
Alto
nivel de vida.
Envejecimiento
de la población.
Consumo
de recursos a gran escala: sus efectos son el agotamiento de las fuentes,
la contaminación y el despilfarro.
Diferentes niveles de riqueza
Para ponderar
adecuadamente la tradicional clasificación entre Norte (países industrializados
de Europa, Estados Unidos, Canadá, Rusia, Japón, Australia y Nueva Zelanda) y
Sur (el resto de los países) al señalar los diferentes niveles de riqueza, en
1992 Naciones Unidas propuso clasificar los países por el Índice de Desarrollo Humano (IDH).
Este indicador combina los valores clásicos,
exclusivamente económicos, utilizados hasta entonces para clasificar la riqueza
como el Producto Nacional Bruto (PNB),
la Renta per capita (el PNB dividido
por el número de habitantes) con otros factores culturales y sociodemográficos
como la esperanza de vida al nacer, el nivel de instrucción, el acceso a la
cultura, etcétera.
La utilización exclusiva del PNB suponía
situar en niveles similares a países con grandes diferencias sociales. Así, los
Emiratos Árabes Unidos por su renta per cápita figuran en el puesto 4º del
ranking mundial, pero con el IDH figuran en el 45.º, mientras que Canadá, es el
8.º en PNB y el 1.º según el IDH.
Características del subdesarrollo
Carencia
de industrias: la producción industrial es mínima y de carácter tradicional
(artesanía). Las escasas fábricas existentes suelen ser instalaciones de
empresas extranjeras que se aprovechan del menor coste de la mano de obra
local.
Economía
basada en el sector primario: la agricultura de subsistencia y el
monocultivo de productos destinados a la exportación (cacao, café, tabaco,
plátanos) suelen constituir la base de una economía desordenada, irregular y
sin diversificación.
Producto
Interior Bruto muy bajo.
Escasez
de recursos.
Gobiernos autoritarios: aunque no es
característica general, sí resulta muy frecuente. A menudo, la pobreza
constituye un caldo de cultivo para el establecimiento de dictaduras.
Corrupción
generalizada: resultado de la carencia de garantías legales. Supone un
grave freno para el desarrollo económico.
Bajo
nivel de vida: la pobreza disminuye la esperanza de vida. El hambre y las
epidemias son frecuentes en estos países.
Carencia
de infraestructuras: debida a la falta de medios económicos o a la mala
gestión de los recursos disponibles.
Alto
índice de natalidad: propiciado por la falta de planificación familiar e
información sobre los medios contraceptivos. La explosión demográfica aumenta
los problemas de hambrunas y pobreza.
Un mundo injusto
La división actual del mundo nos ofrece una
realidad profundamente injusta. Los habitantes de los países desarrollados,
aproximadamente el 20% de la población global, se reparten el 82% de la riqueza
planetaria. El resto de los habitantes, más de 5.000 millones, deben
contentarse con el 18% restante que, por otra parte, tampoco se reparte de un
modo justo.
Un habitante de Estados Unidos consume en un
año la energía suficiente para abastecer durante el mismo periodo a una familia
numerosa africana. La conclusión es que la riqueza de algunos países parece
basarse en la pobreza de otros. La solución a este problema no es fácil. Sin
embargo, desde el primer mundo se pueden adoptar medidas individuales, como
reducir la generación excesiva de residuos, disminuir los gastos superfluos y,
sobre todo, evitar el despilfarro energético característico de las sociedades
desarrolladas.