martes, 9 de enero de 2018

5. LAS MONARQUÍAS ABSOLUTAS DE LOS SIGLOS XVI Y XVII




La Europa de Carlos V
   Carlos V intentó recuperar en Occidente la antigua idea de una Europa unida bajo un solo imperio. La expansión del protestantismo y el fortalecimiento de las monarquías europeas hicieron fracasar este proyecto imperial.
   Carlos de Habsburgo (1500-1558), hijo del archiduque de Austria Felipe el Hermoso y de Juana la Loca, reunió en su persona una importante herencia familiar que le hizo ser el monarca hegemónico de la política europea durante la primera mitad del siglo XVI:

  • De su abuela paterna, María de Borgoña, recibió los Países Bajos y el Franco Condado y heredó el título de duque de Borgoña.
  • De su abuelo paterno, el emperador Maximiliano I, recibió en 1519 la herencia patrimonial de la familia de los Austrias (o Habsburgo) y los derechos para poder ser elegido emperador de Alemania, lo que sucedió en ese mismo año.
  • De sus abuelos maternos, los Reyes Católicos, heredó en 1516 los reinos de España, junto con los territorios americanos, que pertenecían a Castilla, y los italianos (Nápoles, Sicilia y Cerdeña), unidos a la Corona de Aragón.
   La aspiración de Carlos V de conseguir una Europa cristiana bajo su autoridad chocó con la continua oposición de Francia, cuyos monarcas, Francisco I Enrique II  se sentían rodeados por los estados del emperador y rivalizaban con él por el control del ducado de Milán y el norte de Italia. El imperio de Carlos V llevó a cabo hasta cinco guerras contra Francia. En 1525 se produjo la victoria imperial en Pavía por la que se ocupó el ducado de Milán. Francisco I se alió con el Papa Clemente VII. Las tropas imperiales saquearon Roma (1527) pero poco más tarde Carlos V fue coronado en Bolonia por el Papa (1530).
   La Reforma religiosa iniciada por Martin Lutero fue apoyada por muchos príncipes alemanes que deseaban oponerse a la autoridad del emperador y adueñarse de las grandes posesiones de la Iglesia alemana. En sucesivas Dietas (reuniones parlamentarias) el emperador intentó dialogar con Lutero y los príncipes protestantes, pero no se alcanzó un acuerdo. Agotado el diálogo, los bandos enfrentados recurrieron al uso de la fuerza. Los protestantes alemanes constituyeron la Liga de Smalkalda mientras los católicos se unieron en la Liga de Nüremberg. En 1547, las tropas imperiales al mando del duque de Alba derrotaron a los protestantes en la batalla de Mühlberg. Por la paz de Augsburgo (1555), Carlos V reconoció la libertad religiosa de los príncipes alemanes, lo que significaba el triunfo del protestantismo en Alemania.
   El otro gran imperio del siglo XVI era el Imperio  turco otomano, que se extendía por gran parte de la Europa oriental y el Próximo Oriente y que alcanzó su época de mayor esplendor con Solimán el Magnífico (1520-1566). Carlos V combatió al Imperio musulmán, que amenazaba la integridad de la cristiandad.
   En 1529, tras haberse apoderado de Hungría, el sultán se dirigió contra Viena, el corazón de los estados patrimoniales de la Casa de Austria. Un nuevo asedio se produjo en 1531; Carlos V acudió en defensa de Viena y logró rechazar a los turcos.

El Imperio de Felipe II
Felipe II (1527-1598) reunió en sus manos unos enormes territorios que, como defensor del catolicismo, trató de mantener unidos frente a los múltiples enemigos que heredó del reinado de su padre y a los problemas económicos de un Imperio en el que «no se ponía el Sol».
   Felipe II  fue coronado rey tras la abdicación de su padre, el emperador Carlos V, en 1556. Salvo el archiducado de Austria y el Imperio alemán, que pasaron a su tío Fernando, el nuevo rey reunió en sus manos un vasto Imperio:

  • España, y especialmente Castilla, su región más rica, constituían la base de su poder.
  • Los estados patrimoniales de Carlos V comprendían los Países Bajos, el Franco Condado, el MilanesadoNápoles, Sicilia y Cerdeña.
  • En África heredó las plazas de OránAlcazarquivir, Melilla Tánger.
  • En América sus dominios se extendían desde California y Florida hasta el estrecho de Magallanes.
  • En Asia, Filipinas y varias islas del Pacífico.
  • En 1581 logró la unidad ibérica al ser coronado rey de Portugal.

La inmensidad del Imperio, que con las colonias ultramarinas portuguesas adquirió un carácter universal, supuso una enorme responsabilidad para Felipe II, cuya actitud enérgica como campeón de la Contrarreforma le convirtió en una figura histórica muy controvertida.

  • Contra el Imperio Turco Felipe II formó la Liga Santa con el Papa Pío V y Venecia, y organizó una poderosa flota que, al mando de Juan de Austria , derrotó a la flota turca en la batalla de Lepanto (1571).
  • Venció a Enrique II de Francia en la batalla de San Quintín (1557) y en las ocho guerras de religión francesas (1562- 1594) apoyó al bando católico frente a los hugonotes, dirigidos por Enrique de Navarra (futuro Enrique IV)
  • En 1566 los Países Bajos, cuya población se había convertido mayoritariamente al Calvinismo, se sublevaron contra el dominio español,. La represión efectuada por el duque de Alba entre 1567 y 1573 dio lugar a la leyenda negra sobre España. En 1581 las provincias del Norte declararon su independencia.
  • En 1588 Felipe II organizó la Armada Invencible con la intención de invadir Inglaterra, cuya reina, Isabel I (1558-1603), estaba apoyando a los protestantes holandeses. La resistencia de la flota inglesa y el desastre causado por una tempestad dieron lugar a la derrota española.

El Siglo XVII: La lucha por la hegemonía
La decadencia española y la lucha por la hegemonía en Europa caracterizaron el siglo XVII. En Francia se desarrolló el modelo político del absolutismo y el eje de la economía se desplazó desde el Mediterráneo al Atlántico, especialmente a las nuevas potencias coloniales, Inglaterra y los Países Bajos.
   En Francia, el país más rico y poblado de Europa, triunfó la monarquía absoluta gracias a la acción política del cardenal Richelieu, ministro de Luis XIII (1610- 1643), y del cardenal Mazarino (1602-1661), que gobernó durante la minoría de edad de Luis XIV (1643-1715).
   Con Luis XIV, el Rey Sol, Francia pretendió convertirse en la principal potencia europea, frente a los Habsburgo de España y Austria .
   En Inglaterra, las revoluciones de 1640 y 1688 terminaron con los intentos de imponer la monarquía absoluta y, de la mano de Guillermo de Orange (1689-1702), se impuso la monarquía parlamentaria, en la que el poder del rey se hallaba limitado por el Parlamento.
   La lucha por la hegemonía entre las potencias europeas, al mismo tiempo que el conflicto religioso, se manifestó principalmente en la guerra de los Treinta Años (1618-1648). Este tremendo conflicto se inició en Praga (Bohemia) cuando los protestantes se sublevaron contra las autoridades imperiales católicas que pidieron ayuda a Felipe III de España. Aunque en un principio el ejército de los tercios españolas consiguió algunas victorias las sucesivas intervenciones de Dinamarca y Suecia y finalmente de Francia, a partir de 1635, como aliada del bloque protestante,significaron la derrota de los Habsburgo. En 1643 se produjo la derrota en la batalla de Rocroi. Y en 1648 por la paz de Westfalia, España reconoció la independencia de los Países Bajos y Francia quedó convertida en el árbitro de la política europea.
   España y Francia continuaron en guerra hasta 1658, cuando los franceses, con ayuda de los ingleses, vencieron definitivamente al ejército español. Por la paz de los Pirineos (1659) España perdió el Artois, el Rosellón, la Cerdaña y varias plazas en Flandes.

Los Austrias del siglo XVII
En pleno Siglo de Oro de la cultura española, los últimos reyes de la Casa de Austria tuvieron que afrontar la derrota militar y la decadencia del país como potencia mundial. La política unificadora del conde-duque de Olivares provocó la sublevación de Cataluña y Portugal, mientras que las numerosas guerras exteriores agotaron la economía.
   Felipe III (1598-1621) no continuó el gobierno personal de su padre, Felipe II, sino que abandonó las responsabilidades de gobierno en manos de personas de confianza conocidas como validos. El principal ministro de su reinado fue el duque de Lerma, hombre de ambición desmedida que anteponía sus intereses particulares a los de la nación.
   En 1609 fue decretada la expulsión de los moriscos. Más de 400.000 musulmanes, en su mayoría campesinos y artesanos, abandonaron España, lo que supuso una importante pérdida demográfica y un grave perjuicio económico.
   Felipe IV (1621-1665) dejó el gobierno en manos del conde-duque de Olivares (1587-1645). En política exterior, España volvió a implicarse en los conflictos europeos.
   Se reanudaron las hostilidades con los Países Bajos, dentro de la guerra de los Treinta Años. El esfuerzo bélico supuso un considerable gasto para un país sumido en una profunda crisis económica. Y se reactivó el conflicto con Francia que no terminó hasta 1659 con la paz de los Pirineos que fue también una derrota española.
    El resultado de estos conflictos fue el final definitivo de la hegemonía española.
   En política interior, Olivares intentó imponer una rígida centralización. Castilla era el único reino que pagaba impuestos, lo que dio lugar a una política de unificación de la hacienda y el ejército que, a la postre, provocó una sucesión de rebeliones:

  • En Cataluña se produjo en 1640 la sublevación del Corpus de sangre. La guerra duró doce años y concluyó con la rendición de Barcelona.
  • Portugal se sublevó también en 1640 y en 1668 consiguió su independencia.
  • Otros intentos de secesión se produjeron en Andalucía (1641), Navarra, Aragón (1646), Nápoles y Sicilia (1647).

Carlos II el Hechizado (1665-1700) heredó el trono con sólo cuatro años de edad. Su madre, Mariana de Austria, se encargó de ejercer la regencia hasta 1677.
   El reinado de Carlos II fue crítico para España: nuevas guerras contra Francia, hambre, peste y deserciones en el ejército por falta de víveres. El rey realmente padecía un grave retraso mental, pero los clérigos de la corte, creyendo que estaba poseído por el diablo, intentaron extraer de su cuerpo el espíritu maligno mediante exorcismos.
   En su mayoría de edad, el rey sufrió repetidas crisis de demencia y quedó a merced de su madre. Mientras, España se vio envuelta en las guerras de Luis XIV de Francia:
   Hacia 1690 estaba claro que el rey español iba a morir sin descendencia. En Europa se formaron dos bandos en torno a los dos pretendientes al trono, Carlos de Austria y Felipe de Borbón, los cuales se enfrentarían en la guerra de Sucesión española a partir de la muerte de Carlos II en 1700.




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